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lunes, 21 de junio de 2010

Acerca de similitudes y utilidades

La verdad no estábamos de acuerdo con la idea de buscar similitudes entre el siglo XIX y el XXI (fueron en principio ideas incitadas por la falsa creatividad). Las causas podrían haber sido muchas: desaprobación inconsciente de lo antiguo y, en este caso, mexicano, prejuicios literarios que fueron injertados, en algún momento, en nuestras preferencias lectoras, desidia para indagar en la semántica de las palabras tanto en la poesía como en la narrativa y un desconocimiento casi total de los autores y las obras decimonónicas. Estas últimas razones sólo aplicaban para el ejercicio de leer. Por otro lado, estaba el reto de trabajar en equipo. A pesar de ser un equipo integrado por cuatro compañeros, no siempre las ideas fluyeron. Sin darnos cuenta, al tratar de encontrar la utilidad de las lecturas decimonónicas, estábamos combinando un olvido y desprecio por ésta y una fluidez paupérrima en las ideas de nuestro equipo, consecuentemente, esto se convirtió en misión imposible.
Entonces, manos a la obra, a tratar de quitarnos el velo de Hipólito. Ya en una de las primeras reuniones, atravesábamos un proceso genial de anticreatividad, éramos ingenuos, hablábamos al principio de una tarea imposible a realizar. Posteriormente y gracias a Dios, recibimos una cachetada con guante blanco cuando al revisar la poesía, los cuentos y las novelas, ya que la imposibilidad (nuestra supuesta, original y autóctona imposibilidad) ya estaba descrita, poetizada y hasta personificada. Varios ejemplos: desde aquel reptil que perseguirá eternamente la sombra del ave, o el gusano que acechará, mientras siga siendo gusano, a la mariposa, hasta el padre de familia “hecho soldado por leva” incapaz de mantener a su familia. La imposibilidad apareció, más que como nuestra eterna guerra entre todo lo que se arrastra contra todo lo que vuela, como la imposibilidad de ver a nuestros intentos pueriles de materialización de la literatura del XIX como el reptil y el gusano que constantemente se arrastra por el suelo y los anhelos estudiantiles por encontrar la utilidad de la literatura como las aves y mariposas que levitan en un cielo que nunca tocaremos. Aunque esto último no sea necesario hacerlo.
Contrariamente a todo lo expuesto antes, “Los parásitos decimonónicos” notamos que nuestras inclinaciones literarias y la manera en que intentamos entrar en la literatura del XIX estaban tornándose un poco luisianas o sardínescas (haciendo alusión al más enamoradizo de los ambulantes) y que tal vez, atravesábamos un momento donde la palabra y la idea se encontraban ligeramente estancadas. Creo que, al igual que Salvador Díaz Mirón, nos quedamos ante el chorro del estanque…

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